Hace poco, estaba caminando por la orilla de un lago de una pequeña localidad alpina, un deseable paraíso turístico para esquiadores y amantes de deportes de aventura, donde además se celebra anualmente el cuestionado y cuestionable WEF (World Economic Forum).
La ciudad está situada a unos 1500 m sobre el nivel del mar. El entorno es precioso y el verde intenso de la hierba suiza casi encandila al observarlo. Será por eso que tienen vacas tan sanas y la alta calidad de los productos que de estas se extraen… Eso sí, el olor del ambiente puede ser algo intolerable por momentos… será que es tiempo de abonar la tierra, antes de que caiga la nieve…
El sendero en cuestión tiene lugares de sombra y de sol: una zona boscosa al costado de la vía por la que circula un trencito de montaña de color rojo, en la que la gente da de comer a ardillas y pájaros; y otra orilla prácticamente sin árboles, sobre la que descansan algunas construcciones típicamente alpinas, varias de ellas de uso turístico. El recorrido tiene cerca de 4 km y como no podía ser de otra manera, cuenta con baños calefaccionados, fuentes para beber agua y lo que es el punto de interés de este blog: bancos para sentarse…
Su banco de lectura
Los bancos que hay allí no tienen nada de especial, son para descansar, relajarse, apreciar el paisaje… Pero hay uno que se diferencia del resto y en el que mi observación selectiva se detuvo. Tiene un cartel en el que está escrito “IHRE LESEBANK” (su banco de lectura) y es eso simplemente: un banco de lectura, con un pequeño baúl de plástico al costado, en cuyo interior hay libros en diferentes idiomas. La verdad es que, si esto existe en algún otro lugar, jamás le había prestado la más mínima atención.
Me quedé mirándolo atónito (por suerte no pasaba nadie en ese momento) ya que la propuesta me pareció tan simple y fantástica que decidí dedicarle una reflexión. La idea es que te sientes mirando hacia el lago con la ciudad al fondo mientras lees un libro, y luego lo dejes para seguir otro día y que otra persona lo pueda disfrutar también (aunque me pregunto que pasaría si dos o más personas que leen el mismo libro coinciden allí).
Paraíso interior efímero
Siempre hablo de reflexión en mis blogs, porque vivimos en la inercia de la rutina constante y ese lugar lo percibí como una especie de “stop” (en ese lugar “halt”) fuera las preocupaciones: me siento, me relajo, leo y de paso me dedico un poco de tiempo a mí mismo. Seguro que no es lo mismo leer en medio de un paisaje como este, que hacerlo en el metro de una gran ciudad, con el paraguas de algún otro pasajero goteando sobre las páginas de mi libro. Lectura, libros, imaginación… Cada día, como si fuéramos autómatas nos despertamos, encendemos uno o varios aparatos que nos atiborran de información y noticias manipulada. Tomamos nuestro desayuno con la mantequilla, el pan y el café que seleccionamos especialmente en el supermercado, pero que no tenemos ni tiempo de saborear y volvemos a la rutina… Y me vi a mí mismo en este lugar, leyendo y de vez en cuando levantando la cabeza y reflexionando sobre lo que acababa de leer, imaginándome el aspecto de los personajes, los escenarios descritos e intentando identificarme con uno u otro. Leer “LESEN”…
Pero este agradable encuentro con el “Lesebank” quedó sólo en anécdota, ya que no entendía el idioma de los libros que estaban en el interior del baúl, además de… ¡estar apurado!
Christian Flavio Tasso