Blog 24 – No necesito nada… así que salgo de compras

El plan

Era sábado por la mañana y comenzaba el fin de semana relajado hasta que ella me dijo: Rebajas“Son las rebajas ¿por qué no nos damos una vuelta por el centro comercial…?” ¡Estaba condenado…! …a vagar entre cientos de personas que buscan la ganga, la oferta del día / semana / mes / temporada / año. No creía necesitar nada, pero me puse mi mejor traje de buena predisposición y accedí de buen grado… después de todo quizá encontraba algo de utilidad allí.

Hay especialistas que se dedican a estudiar el comportamiento humano en lo que al consumo respecta. Parece que somos más predecibles de lo que pensamos. Una vez, leí un ejemplo muy curioso en el que se explicaba que en un supermercado pusieron una pila de botes de sopa a 1 euro y no vendieron nada. Al día siguiente, lo destacaron con un cartel que decía “Oferta especial: sólo 5 latas por comprador”. Incluso el precio era un 50% más caro y, repentinamente, todo el mundo estaba interesado en ese producto… ¿Curioso no? Ese tipo de estudios se llama “neuromarketing”.

La ejecución

Para todo lo que hacemos en la vida es importante tener un buen plan. Cuando se va de compras, lo primero es subir al coche y seleccionar nuestro destino: «a ver… en ese habrá mucha gente… en aquel cuesta estacionar… en ese otro una vez me abollaron la puerta… ¡Ah, sí! ¡ese puede estar bien…! seguro que no hay tanta gente…» Diez minutos más tarde llegamos a nuestro destino y necesitamos otros treinta para encontrar una plaza de parking (porque no sé si alguien notó que hay coches -si es que aún se les puede aplicar esta definición- que ocupan dos plazas de estacionamiento…). Ya estábamos en el sitio. Cuando llego a lugares atiborrados de gente y veo cómo se comporta la marea humana, siempre pienso en la película “Metrópolis” (Fritz Lang, 1927). Hay una escena muy conocida de la película donde los trabajadores entran en bloque y ordenadamente al ascensor y luego de descender, salen del mismo, como corderitos (pero continúan muy ordenados, eso sí). A veces cuando veo a esa masa de gente, entre la que me incluyo, subiendo de forma homogénea por una escalera mecánica, y haciendo todos las mismas cosas, me siento como esos trabajadores representados en el film de Fritz Lang… Está claro que ellos están condenados a trabajar, en cambio, a nosotros, el sistema simplemente nos condena a consumir… No es tan grave después de todo.

La tentación

¡Esta marca a este precio! Entonces me hago la pregunta siguiente «¿me lo puedo comprar?» en lugar de la pregunta adecuada «¿realmente necesito esto?» …Es lo que tienen las grandes superficies… No sé si a ustedes les pasa, pero cuando veo todo tan ordenadito y bien expuesto y con esas cajitas o bolsas en que se guardan, me da la impresión de que tengo que tenerlo, que tiene que ser mío ¿será pecaminoso tener tales pensamientos? No lo sé… quizá la envidia sea un pecado capital, pero es el sustrato de las estrategias de marketing de nuestras días… Pensándolo mejor, creo que sí me hace falta ¡Cuándo mis compañeros de trabajo me vean con esto puesto! Claro, no se me dará por pensar en que esa marca “tan cara y tan exclusiva” no me pagará un céntimo por transitar esponsorizado por la vida, todo lo contrario, me cobrará mucho por exhibir su marca al mundo…

Otra cosa interesante son las tarjetas de crédito… Hace un tiempo, cuando los bancos decían que tenían dinero y nos daban una tarjeta que duplicaba o triplicaba nuestros ingresos, nos sentíamos afortunados de ser los elegidos para portar semejante artilugio de intercambio comercial ¡Era como si Prometeo en persona nos estuviera dando el fuego! Algunas tarjetas son doradas y tienen unos hologramas muy agradables a la vista… casi nos hacen sentir como si estuviéramos pagando con monedas de oro… Y la historia se pone más divertida a fin de mes, cuando nos llega el extracto y vemos que nuestras monedas de oro tenían un valor equivalente en moneda de uso corriente más unos intereses, más interesantes para la entidad emisora que para nosotros.

El botín

Hay palabras que son curiosas. Por ejemplo en inglés, muchos vocablos de uso coloquial pueden ser nombres y apellidos. Hay gente que se llama “Hunter”, “Law”, “Justice”, “Fish” (cazador, ley, justicia, pez – o pescado-) etc…  Pero en castellano, aunque existen palabras así, es menos frecuente encontrarlas en nombres… al menos yo no conozco a ningún “Cazador” o “Pescado” de apellido, pero “Botín”… ¡Hay apellidos que parecen hechos a la medida de sus portadores…! en fin… A lo que quería referirme es que luego de semejante ritual, casi sanguinario por momentos al luchar a muerte por la última existencia de un estante, debemos tener una recompensa, algo que nos dé placer y justifique la acción temeraria que acabamos de protagonizar. Entonces, llegamos a casa, nos probamos nuestra flamante camiseta de marca exclusiva dos tallas más chica, miramos a nuestra pareja y con algo de resignación le decimos “creo que tendré que apuntarme al gimnasio…”. Y es exactamente en estos momentos cuando siento una tremenda excitación al recordar que tenemos en privilegio de ser, al menos por ahora, los seres más inteligentes del universo.

Y quiero cerrar esta entrada con una excelente canción de Talking Heads, en la línea de estas reflexiones: Love for Sale (1986)

…Y la letra, por supuesto.

Christian Flavio Tasso