Blog 20 – La más sincera de las mentiras

Supernovai- Quería entrar en la banda. Todos lo miraron con rostros desafiantes. Eran seis, faltaba uno. Podría ser él… o no. La verdad es que ya estaban bien así, pero no darle la oportunidad de pertenecer no era políticamente correcto (si es que alguien entiende el sentido práctico de ese concepto).

La premisa era simple: debía buscar dónde guardaba el dinero su madre, que era viuda, y robárselo. Él nunca había sido nadie, y luego de consumar este acto pertenecería a un grupo de elegidos… La élite de la delincuencia. Sería respetado allá donde fuere. Estaría por encima del resto de los humanos. Estaba claro, la movida implicaba un sacrificio, pero había que hacerlo. Sería una medida valiente.

ii – Era un administrador sensato y ahora también el presidente de la comunidad de vecinos de su edificio. Se había graduado en Administración de Empresas hacía 5 años y estudiando por las noches, pero su trabajo se limitaba a ser cajero en una entidad bancaria. Él sabía que daba para mucho más y administrar su edificio era como una prueba piloto para él. Un día se rompió el ascensor de la finca, que contaba con 8 plantas de altura. El arreglo era caro y le costaría conseguir ese dinero del resto de los inquilinos, mayormente personas trabajadoras y pensionadas. Pero, sin dar demasiadas explicaciones, lo arregló. Solucionó el problema comunitario. Al año siguiente, el nuevo presidente se encontró con una deuda importante en las cuentas de la finca. Le pidió explicaciones a él quién le respondió: “había que hacerlo”. Alguien tenía que tomar la decisión. Poco después, fue nombrado director de la sucursal del banco en el que hasta ahora había sido cajero.

iii – Sus amigos sentían envidia de él. No hablaba demasiado. De hecho se expresaba a través de monosílabos, básicamente afirmando o negando lo que los demás decían… Evolucionó en esta forma de comunicarse al tiempo que avanzaba en su carrera profesional. Pero en su entorno era más reconocido por sus logros más que por su forma de pensar o expresarse. Al menos eso parecía porque se acababa de comprar un coche de alta gama y eso debía de significar algo… Era uno de esos coches de unos 30000 euros, en cuyo anuncio aparecía un hombre inteligente y silencioso parecido a él, conduciendo el mencionado vehículo por las estrechas carreteras asfaltadas de una isla, mientras un acompañante amigo destacaba fascinado las bondades de la máquina. Lo más brillante del anuncio era el remate, ya que la isla solo tenía 12 km de carreteras. Estaba claro, un anuncio diseñado por gente inteligente, que presentaba un coche inteligente, para gente inteligente como él, que se podía permitir adquirir una excelsa máquina de 120 CV, que emite entre 127 y 140g de CO2 por kilómetro, para circular por una isla paradisíaca con 12 km de estrechas carreteras, en las que, a lo sumo, se puede ir a 90 km/h. No mucha gente sabe tratar sus asuntos con esta sobredosis de lucidez y estar en un lugar tan destacado para su entorno. Era un líder nato que optimizaba cada una de sus decisiones e iluminaba al resto de la humanidad con su sabiduría.

Resulta que aquel expresidente de su comunidad venido a director de sucursal, relevó de su puesto a nuestro conductor del coche de 120 CV por no cumplir éste último con los objetivos que le pedía la entidad en la que trabajaba. Éste, asimismo, se vio endeudado con la misma entidad, y su flamante coche de 30000 euros no le alcanzaba para pagar la deuda que había asumido, que entendamos como funciona un banco, era mucho mayor que el valor del coche. Por lo que a partir de ese momento siguió recorriendo las carreteras de la isla, pero a pié para buscar trabajo. Si solo tenían 12 km de longitud, no tardaría más de tres horas en atravesarlas caminando.

Respecto a nuestro primer amigo, el aspirante a pertenecer a la élite de delincuentes, no pudo cumplir con los objetivos que le pedían sus futuros socios, ya que su madre viuda, tenía los ahorros en el banco cuyo director era el eficiente expresidente de la comunidad ¡Y estaba muy tranquila! ya que aunque el banco se había “caído” apareció (hablando de héroes y valientes) el estado de turno para “rescatarlo” con dinero del resto de los ciudadanos. La viuda podría contar con su dinero cuando quisiera ¡Qué suerte que tenía!

 

Todo este relato, por supuesto, es pura ficción, o sea, la más sincera de las mentiras; por lo que toda posible relación y/o coincidencia con hechos transpolados a otros niveles es pura casualidad. ¡Es la pura verdad! Y si no fuera verdad, será que la culpa la tiene otra persona, por ejemplo quién me enseñó a leer y a escribir, que ¡para qué lo habrá hecho…!

Christian Flavio Tasso